martes, 2 de septiembre de 2008

LA TRINIDAD MONOTEISTA


Judaismo Cristianismo Islamismo

II - EL CRISTIANISMO

El último profeta del Antiguo Testamento, Jesús de Nazaret, se proclama el Mesías esperado de Israel, Hijo de Dios y Salvador de los hombres. A pesar de su inapelable defensa de que su reino no es de este mundo, el procurador romano le condena a crucifixión por Rex judeorum, junto con su mismo pueblo, por impostor. Pero es precisamente la doctrina del manso nazareno la que va a socavar los cimientos del mayor imperio de sus tiempos. La fecha de nacimiento del Mesías no aceptado por los suyos, marcará una nueva Era para todo el Occidente. Es la religión Hijo.

Pablo de Tarso, judío y ciudadano romano, exime a los gentiles del estigma de la circuncisión y abre las puertas a la nueva iglesia universal, de la que Roma va a ser su capital. Los apóstoles cristianizan toda el Asia Menor, hasta Armenia. Llegan hasta Etiopía Atenas y Alejandría, y desde Roma el cristianismo se extiende a todos los confines del imperio: Hispania, Las Galias, Bretaña, llenan sus tierras de mártires, santos y anacoretas. Ya cristianizado el imperio, Constantino el Grande, en el año 313 promulga la tolerancia con el Edicto de Milán, y asienta su corte en la Bizancio griega, ahora Constantinopla.

El Emperador Teodosio, “que viene de España, país que se caracteriza por su incultura”, escribe Libanio a Prisco, ambos eminentes helenistas, con el Edicto de Tesalónica, en el 380 decreta el cristianismo religión del Imperio, y lo divide en oriental y occidental. Una extensa geografía en la que Papas y Patriarcas, prelados y abades, templos basílicas monasterios y sedes episcopales rivalizan con el trono en riqueza y poder. Eusebio y Basilio, Atanasio, y Arrio que niega la divinidad de Cristo. Estas divisiones religiosas y políticas llevan al Imperio al borde de sí mismo. Se produce el Cisma de Occidente. Y es entonces cuando la Iglesia, como poder temporal, sirve de cohesión para prolongarlo más allá de su propia agonía. Surgen Padres de la Iglesia, como San Agustín de Hipona en África y San Ambrosio en Milán.

Bárbaros godos, vándalos germanos eslavos y escitas, han adoptado el arrianismo, traído a España desde las Galias por los visigodos. Cristianos norteafricanos establecen en la península la Iglesia Latina, que cuenta con la primera sede episcopal en Guadix. Finalmente el rey visigodo arriano, Recaredo, decreta el cristianismo romano religión oficial de España. A eso ha contribuido, si creemos en el potencial metafísico del martirio, la muerte de su hermano San Hermenegildo.

En el siglo IX de la Era cristiana, Carlomagno es coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que reúne a príncipes, condes y señores feudales de toda Europa. Los Cruzados ponen su meta en el Oriente Medio para reconquistar los Santos Lugares, en poder del Islam. Pronto atacan al rico y culto hermano Imperio Bizantino, ya desgajado por la iglesia ortodoxa y lenguas escritas en caracteres cirílicos griegos.

El Imperio Bizantino, debilitado por las continuas guerras contra escitas y eslavos por el norte, y cristianos y latinos por el oeste, sucumbe finalmente con la toma de Constantinopla en 1453 por los turcos islamizados, que heredan lo que había sido el Imperio Romano Oriental: Bulgaria Rumanía Hungría, y los que constituyen los países balcánicos.

A principios de la Edad Moderna, el cristianismo sufre otra tremenda y trascendental escisión, que Carlos V no consigue atajar. Un religioso alemán, Martín Lutero, propone la reforma de la iglesia vaticana. El protestantismo es aceptado mayoritariamente por los pueblos europeos no latinos. Los anglosajones transplantan su cristianismo reformado a la mitad norte del recién descubierto continente; los españoles evangelizan el catolicismo en el centro y en el sur.