sábado, 13 de junio de 2009

EL ATRIBUTO HUMANO MÁS CERCANO A LA DIVINIDAD

MÚSICA Y PALABRA

Una vez asentados los pueblos en las diversas demarcaciones del planeta, riberas de ríos, orillas del mar, faldas de altas montañas, extensas praderas y secos desiertos van a configurar sus rasgos étnicos diferenciales: piel oscurecida por el sol ecuatorial, pálidos arios de nieves y bosques, amarillos asiáticos de ojos rajados, siberianos, esquimales y cobrizos desconocidos y razas intermedias.

Establecidas las jerarquías, jefe de tribu el mejor cazador, caudillos y reyes en confederaciones de pueblos, para enriquecerse deciden la conquista de tierras más allá de las propias. Nacen entonces los cantos de guerra y loas a héroes semidioses vencedores en memorables batallas. Precisamente, de guerras y conquistas nacen las grandes civilizaciones.

La música pasa a ser privilegio de la casta sacerdotal. En Egipto Siria Babilonia Persia, y Grecia, que transmiten a occidente su gran cultura, orientalizada desde Troya y Alejandro Magno.

A mediados del primer milenio anterior a nuestra era, Grecia alcanza el más alto grado de cultura conocido hasta entonces. La escritura y el pensamiento se han desarrollado hasta constituir los pilares de nuestra cultura actual, vigente 2.500 años después.

Los cantos épicos de Homero, recogidos de la tradición oral, y ya simplificada la escritura con el alfabeto fenicio, nace en Grecia el teatro institucionalizado, representado en anfiteatros, cuya grandiosa arquitectura compagina con la excelsitud de las obras escenificadas.
La música y la palabra se aúnan en las cuerdas vocales humanas, el más perfecto instrumento natural. El aire es impulsado desde los pulmones a través de tubos sonoros, y los dedos deslizan arcos y pellizcan plectros.

Con la primera Democracia del mundo, la Tragedia se livianiza hacia la Comedia y el drama satírico. La Poesía, la Oratoria y la Retórica, heredadas por los romanos, van a ser universalizadas por el latín en toda Europa, orientalizada desde el sánscrito y occidentalizada por el alfabeto fenicio.

Tanto Egipto como los imperios cercano-orientales y Grecia, nos han dejado numerosos vestigios de la expresión corporal en danzantes de terracota, tañedoras de lira y oboístas. En muros de templos egipcios y vasijas de cerámica, de una belleza que apenas hemos conseguido superar. Excepcional la mujer tocando la lira, del 480 a., en todo su esplendor helénico. La más arcaica, una rústica escultura micénica de tañedora de lira en piedra, de grandioso hieratismo.

Desde siempre la música se ha adaptado a la palabra, como la palabra a la música. Pero la música es divina y la palabra apenas alcanza el Empíreo. Yo siempre he escrito, tanto prosa como poesía, con un fondo musical. Y aunque no puedo definir su fenomenología, sí puedo afirmar que la música, más que la literatura, me ha enseñado a escribir.