jueves, 17 de junio de 2010

FILOSOFÍA DE LA FILOSOFÍA

VIII– CRONOLOGÍA PERSONAJES DEL TEXTO

GRIEGOS

Hesíodo 700
Tales de Mileto 640 596
Pitágoras 582 496
Heráclito 536 470
Anaxágoras 500 428
Protágoras 485 411
Demócrito 480 370
Sócrates 469 399
Leucipo 450 370
Platón 428 347
Aristóteles 384 322
Pirrón 360 270
Epicuro 341 270

NUEVA ERA

Cicerón 106 43
Plotino 205 270
Mani 210 275
Arrio 250 335
Constantino I 272 337
Juliano Apóstata 332 367
Prisciliano 340 385
S. Agustín 350 417
Pelagio 354 420
Hipatia 355 416
Nestorio 356 451
Boecio 480 525
Justiniano I 482 565

ESCOLÁSTICA

Avicena 980 1037
Anselmo Canterbury 1033 1109
Pedro Abelardo 1079 1142
Bernardo Claraval 1091 1153
Averroes 1126 1198
Alberto Magno 1193 1206
S.Buenaventura 1221 1274
Tomás Aquino 1225 1274
Guillermo Ockham 1285 1349

RENACENTISTAS

Erasmo de Rotterdam 1466 1536
Copérnico 1473 1543
Michel Montaigne 1533 1592
Giordano Bruno 1548 1600
Francis Bacon 1561 1626
Galileo Galilei 1564 1642
Tomás Campanella 1568 1639
Johannes Kepler 1571 1630
René Descartes 1596 1650

ILUSTRACIÓN

Antoine Arnauld 1612 1694
Blas Pascal 1623 1662
Cristina de Suecia 1626 1694
Baruch Spinoza 1632 1667
Isaac Newton 1642 1727
Leibniz 1646 1716
Pierre Boyle 1647 1706
Montesquieu 1689 1755
Voltaire 1694 1778

1700

J J.Rouseau 1712 1778
Federico II 1712 1786
Diderot 1713 1784
Condillac 1715 1780
Holbach 1723 1789
Kant 1724 1804
Condorset 1743 1794
Laplace 1749 1827
Fichte 1762 1814
Schliermacher 1768 1834
Hegel 1770 1831
Schopenhauer 1788 1860

1800

Feuerbach 1804 1872
Proudhon 1809 1865
Charles Darwin 1809 1882
Kierkegaard 1813 1855
Karl Vogt 1817 1895
Karl Marx 1818 1883
Friedrich Engels 1820 1883
Nietzsche 1844 1900
Sigmund Freud 1856 1939
Samuel Alexander 1859 1938
John Dewey 1859 1952
Bertrand Russel 1872 1970

FILOSOFÍA DE LA FILOSOFÍA cierra mi blog FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. Un juego de muñecas matriushkas rusas en ocho capítulos, y diez años de investigación histórica.

FILOSOFÍA DE LA FILOSOFÍA

VII – UN MUNDO FELIZ

Habiendo crecido en la larga posguerra civil española, conocí las colas de patatas y carbón, y las cartillas de racionamiento. En la mente de la gente permanecía el recuerdo de la miseria general que el pueblo había sufrido durante la monarquía, apenas aliviada por la efímera república y heredada por Franco un lustro después. Una paupérrima cultura de taberna, atestadas con hombres de gorras mugrientas, de las que salía olor a vino peleón y el sonido de palmas sordas acompañando los tientos desgarrados de un cantaor macilento de dientes cariados “cuya hambre asomaba a sus ojos.”
A mí no me faltaron sábanas limpias en la cama ni mantel en la mesa con los suficientes alimentos para subsistir. Si no pasé hambre se debió a mi inapetencia infantil. Mi voracidad se centraba en mis lecturas que me hacían olvidar la miseria intelectual del entorno para sentirme feliz. Creía que tal oscurantismo era privativo de España, pero lecturas posteriores, viajes, películas, reportajes y estancias en otros países me demostraron que en todas partes cuecen habas.

Lenta e imperceptiblemente la España de Franco iba cambiando para mejor.
Yo ignoraba otras cosas. Mi familia no sufrió ninguna violencia.
Se creaban pantanos y dignos hospitales de la Seguridad Social, que sustituían al antiguo hospital de pobres. Yo misma trabajé en el primer Ambulatorio que se creó en Alcalá, mientras estudiaba para obtener el título de Enfermera en la Facultad de Medicina de Sevilla. A ese bienestar social contribuyeron grandemente las Bases Norteamericanas de Utilización Conjunta, impacto social y económico a lo que la literatura española ha prestado tan poca atención. Aprendí rápidamente inglés, y al trabajar para ellos mi economía se catapultó.

En mi primera visita a España desde el extranjero, en las postrimerías de Franco, noté un paso agigantado en las condiciones de vida y en la mentalidad social. Con mi propia prosperidad y el final de la guerra del Vietnam creí que las miserias humanas estaban acabando y que el hombre se encaminaba hacia un mundo feliz. Pero me equivocaba, como la paloma de Alberti. Ahora creo que nos dirigimos hacia un holocausto cósmico, sin llegar al tremendismo de Calderón de que el mayor delito del hombre es haber nacido. Somos inocentes de tal culpa.

A pesar de tantos adelantos científicos no hemos sido capaces de despojarnos de la mentira, la hipocresía, afanes de fama placeres y poder, de la codicia y el oscurantismo. Para lo que el misticismo religioso de siglos pasados tampoco nos ayudó. A pesar de los esfuerzos de multitud de salvadores, el misterio es que la salvación está fuera de nuestro alcance. Cada cual cree encontrarlo en algo distinto, muchas veces contradictorio, con la aceptación del vulgo del axioma “Nada es verdad ni mentira. Todo es según el color del cristal con que se mira.”

La significativa repartición de los panes y los peces por Cristo, hace dos mil años, no ha mitigado el hambre y la miseria del mundo, cada día más extendidas. Cuando yo hacía colectas para el Domund, domingo mundial de la propagación de la fe, depositaba mil pesetas de mis ahorros en el colector. Pero eso no ha aliviado a los niños obreros o guerrilleros, a los lisiados por minas anti persona, ni la prostitución infantil, víctima del turismo sexual.

El continente africano, bebido por la sequía, exterminado por las guerrillas étnicas, la malaria la comsupción y el sida, durante siglos no ha podido espantarse las moscas de encima, a pesar de los misioneros y las ONG. Las potencias europeas, en principio fueron a salvarlos, pero se repartieron sus territorios entre sí. Al presente sólo se ocupan de sus diamantes oro y petróleo, y safaris contra la belleza de sus animales autóctonos. El continente americano, del que nos trajimos la quinina, patatas tomates maíz tabaco, árboles flores y frutas tropicales, como si quisiera vengarse, ahora nos proporciona gangs, Maras, Latin Kings, etc.

En mi internado benéfico pasé años zurciendo medias, remendando sábanas y codos en mis uniformes de algodón. Inmediatamente salieron los tejidos sintéticos, que no llegan a deteriorarse, sino que los desechamos por pasados de moda. Entre tantas maravillas conocidas, aviones, teléfono, radio, cine, electrodomésticos, a mediados del siglo apareció la televisión. De los juguetes que me faltaron cuando niña, ahora con Internet está a mi alcance el universo pasado presente y futuro.

La Ciencia parece ser lo único que nos salvaría, o lo contrario. El acelerador de partículas subatómicas, el LHC de Suiza, catalizador del protón en el vacío cuántico, colisionador de Hadrones o haces de protones de energía, a cerca de un cien por cien de la velocidad de la luz, haciendo colisionar electrones y protones a la temperatura del 0 absoluto, buscando la reproducción de un Big Bang - tal vez hubo otros más del que suponemos – con el Bosson de Higgs o partícula de Dios en la masa de materia oscura o extraña en los agujeros negros. Quizás los sabios que trabajan allí jugando a los dados con Dios, sí posean la verdad, y serán capaces de crear un nuevo universo cuando el nuestro haya desaparecido en un big crunch, convertido en una inmensa bola de fuego o en un cementerio glacial, en alrededor de 4.500 millones de años.

FILOSOFÍA DE LA FILOSOFÍA

VI – EN EL PLANETARIO DE LOS ÁNGELES

Muchos años habían pasado desde que en mis primeros balbuceos mentales yo había creído el firmamento un alumbrado urbano muchísimo más alto. Cuando me dijeron que aquellos puntitos luminosos no eran bombillas sino astros, me sentí decepcionada.

Mi visita al Observatorio Astronómico de los Ángeles debió ocurrir en 1987 u 88 del siglo pasado, un día en que el planeta Saturno estaba más cerca de la Tierra en sus treinta años de movimiento de traslación. El Planetario está situado en el Griffith Park, a donde solíamos ir de picnic o a visitar el extenso Aviario, entre sus muchas bellezas naturales.

En el moderno edificio estaban expuestas las más recientes fotografías de misiones espaciales. En el hall de entrada un Péndulo de Foucault muestra ininterrumpidamente el movimiento de rotación de la Tierra. Había una enorme cola para entrar a la sala observatorio. Una escalerilla de madera ascendía hasta el foco de visión del cañón del telescopio. Dos empleados ayudaban al público a subir y bajar. Como Galileo Galilei, el primer mortal que con su potenciado telescopio había podido contemplarlo por primera vez, también a mí me llegó mi hora. Qué digo, el minuto que duró la contemplación del subyugante planeta que Mahler comparaba con una sinfonía.

Contenido casi por entero en el objetivo estaba el inconmensurable astro, que parecía hecho de nieve y algodón - hidrógeno y helio – como un mullido palo de azúcar de feria. En el cuadrante superior izquierdo se divisaba un trozo de anillo, como muchos arco iris juntos menos brillantes. Aquel gigantismo colosal contemplado por primera vez en mi vida, me causó una tremenda conmoción. Creí que me iba a desmayar. Pero ya los dos asistentes me retiraban para ayudarme a bajar y dejar paso a otros espectadores.

Como los astronautas que por primera vez pudieron contemplar parte del espacio infinito, también a mí se me empequeñeció todo lo de aquí abajo. ¿Cómo puede creerse, aun hoy, que un anciano flotando entre nubes, extendiendo sus manos de mago taumaturgo, un día de la semana había creado todo esto diciendo hágase la luz? Más bien parecía que aquel Cronos-Saturno lo habría creado a él.

Durante siglos, y aun hoy, se consideró una herejía decir que el universo es un producto de la agitación de elementos, carente de inteligencia. Se cree que una razón divina rige el cosmos entre lo trascendental y lo absoluto o causa final del devenir. Tanto Aristóteles como mucho más tarde Plotino nos hablaron del motor inmóvil, de la inteligencia de las esferas. De ahí la cohesión con los escolásticos, o de éstos con aquellos.

Demócrito declara que todos los fenómenos se explican por el movimiento mecánico de los átomos, haciendo superfluo cualquier recurso a la intervención divina. Rechaza la inmortalidad del alma, que como el cuerpo está hecha de átomos. Leucipo define al átomo como el elemento último que constituye el universo y el vacío. Epicuro avanza que la rotación de los astros en el vacío es causa mecánica, no teológica. Por eso el sabio no ha de temer a la muerte, que es sólo extinción. Ni a los dioses, que ellos no se ocupan de las cosas humanas, ni exigen presentes ni adoración. Camino por el que desembocamos en el nirvana budista.

Cicerón se pronuncia contra todas las ideas bárbaras e irracionales del cristianismo. Heráclito pensaba que el alma está hecha del fuego primigenio. Y puesto que la energía no se destruye, sino que se recicla, con la destrucción de la materia Pitágoras cree en el eterno retorno del alma, en la reencarnación. Mucho más reciente que todas estas teorías controversiales, Holbach nos advierte que la literatura se vale de las creencias y de las religiones para sus propios fines. La reina intelectual Cristina de Suecia, amiga de Federico II el Grande de Prusia y discípula de Descartes, quien muere en su corte en extrañas circunstancias, aporta que los misterios revelados exceden a la comprensibilidad humana.

La vida, llegada del espacio –panspermia – surge en la tierra por reacciones químicas de la materia muerta inorgánica, cadáveres y excrementos. Generación espontánea desde la materia inanimada, surge se desarrolla y muere. El escarabajo divinizado por los egipcios es el símil. En 1862 Pasteur descubre bacterias y virus, microorganismos increíblemente resistentes que han vivido en el espacio durante eones. En la época del humanismo los hombres se preguntan si los animales tienen alma. Empezando por Descartes muchos otros coinciden en que el bruto participa en el alma universal. Montaigne nos recrimina que no tenemos razón a creernos superiores a los animales. Nunca he visto más profunda tristeza que en los ojos de muchos perros, ni más mansa altivez que en los ojos de los caballos.

Mi precioso cockatiel blanco, de larga cola que arrastraba hieráticamente como una imagen procesional bajo palio, con sus dos lunares anaranjados en lo que serían sus mejillas y su enhiesta cresta coronita, bebía champan de nuestras copas, insistiendo con su pequeño piquito cuando se la apartábamos. Desplegaba su cola y sus alas bailando ballet con música clásica, y se masturbaba contra el palo percha de su jaula, lanzando un trinito de contento al final. Todo eso cabía en su pequeño cerebro de apenas un centímetro cúbico.

Pasados siglos del descubrimiento de América, el Papa declara que los indígenas del nuevo mundo también son racionales y tienen alma. Según Erasmo en su Elogio de la locura, (de la estupidez traduciría yo decantándolo de la patología) Platón no sabía si colocar a la mujer entre los animales racionales o entre los brutos, por la estupidez de este sexo. Menuda misoginia de ambos sabios.

El protón y el electrón se atraen, se juntan y se dividen multiplicándose. Los “electrones ligones” y las inseparables estrellas binarias ¿no son la misma ley del amor?

FILOSOFÍA DE LA FILOSOFÍA

V– TRAS LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Con el seísmo ideológico de la Ilustración, recopilada por el enciclopedismo de Denis Diderot, y la caída del Antiguo Régimen, los filósofos disidentes, que ya no van a ser quemados por la Inquisición, se desmelenan. El naturalismo bíblico o cristianismo ilustrado, es un teísmo racionalista, igual al ateísmo, se declara. Según Schopenhauer “Leer historia de la filosofía en vez de a los mismos filósofos es como si uno quisiese que otro masticara por él.”

Se dan rivalidades filosóficas entre Kant y Fichte, y entre el cortesano Leibniz-Descartes, Leibniz-Locke, Leibniz-Newton por la autoría del cálculo infinitesimal. Pascal, enemigo de tantos, abomina de Pirrón, de Descartes, y la tiene tomada contra Montaigne. En plena Revolución Francesa Lavoisier, a instancias de Marat, es juzgado y guillotinado por alquimista y mago. Voltaire, teísta y escéptico, está seguro de que dejaremos este mundo tan tonto y tan mezquino como lo encontramos al llegar. Kant cree que nadie que no sea religioso puede ser un verdadero filósofo. Por eso se había creado la teología, la parte más sofista de ella. Kant es contradicho por otro filósofo de su tiempo, Schliermacher, que en su Suicidio cósmico dice que nadie que sea religioso se dedica a la filosofía.

Su seguidor Friedrich Nietzsche difunde que el cristianismo es un libro de la Biblia, producto de una raza extranjera ajena al alma alemana. Compara a Kant con Jesús, legado o mensajero de Dios con intenciones de hacerse Dios. Considera el cristianismo histórico hostil a la vida. Visionario y profético declara que la verdad cristiana no existe y que Dios ha muerto. Dios es sólo una necesidad de los filósofos. Basado en el axioma de que todas las verdades son ficciones, reflejos fantásticos de nuestra propia mente, Engels vaticina que el comunismo original tiene un cometido mesiánico, trascendental y eterno. A pesar de su defensa de la propiedad privada, también Platón propone en su República un comunismo ideal.

Sören Kierkegaard, danés, en su Autobiografía filosófica, en la que no es espectador, sino actor existencialista, nos advierte que la teología, que asfixia el alma, fue creada por el cristianismo, y de la incompatibilidad de la filosofía con la doctrina cristiana. Tras su suicidio es convertido en creyente.

Condorset, víctima de Roberspierre, piensa que el progreso no es obra de Dios, sino una liberación de la religión. Fichte asevera que Dios sustancia o persona benevolente previsora y providencial es absurdo. Sí una conducía moral, actividad pura, principio del mundo, ser absoluto, vida infinita. En su libro Yo como principio de la filosofía, se define a sí mismo.

Kant se había pronunciado contra los ritos religiosos en las escuelas. Rousseau lo hará contra la teología bíblica. Newton concibe a Dios como futuro creándose. Inmanencia-Emanencia. El norteamericano John Dewey rechaza los credos religiosos y sus prácticas. No cree en un ser sobrenatural, sino que Dios es la capacidad de lo que el hombre puede realizar. Nietzsche repite que la deidad es el futuro creándose. Y nos conmina a que si no podemos crear un Dios, no le hablemos más de dioses. El judío británico Samuel Alexander, humanista no religioso, concibe a Dios como un universo en evolución y la religión como una emoción cósmica. Es decir, como otros anteriores a él, que Dios es una hipotetización de la conciencia evolutiva.

Anoche en la entrevista de Iñaki Gabilondo a personajes en el canal CNN+, un señor que me pareció un religioso, aunque no vestía de tal, dijo que el mundo no necesita a Dios, que por lo tanto está llamado a desaparecer en corto plazo. Lo del corto plazo no lo creo. Hay fuerzas poderosas latentes trabajando desde hace muchos siglos para que esto no ocurra.

FILOSOFÍA DE LA FILOSOFÍA

IV – CUESTIONES DE FE

Quizás Platón y Aristóteles conocían las escrituras hebreas. En la Edad Media, papas y emperadores, teólogos y filósofos realizan un proceso de clonación entre filosofía clásica griega y teología cristiana. La Escolástica sofistifica las dos. El neoplatonismo es introducido en Europa por Avicena y Averroes que habían sido traducidos al latín. Entre los más señalados escolásticos Tomás de Aquino, san Buenaventura, el italiano san Anselmo de Canterbury y Alberto Magno, arzobispo de Colonia, en cuya catedral reposan los restos mortales de los tres Reyes Magos, traídos por Federico Barbarroja al volver de su cruzada en Tierra Santa. Visitada por multitud de turistas, entre ellos yo.

Los teólogos disidentes, la mayoría de ellos eclesiásticos, son condenados por la Inquisición. En 1210 Clarimbaldo de Arrás se excita declarando que las tres personas de la Trinidad se encarnan y que cada hombre es tan Dios como lo fue Cristo. Naturalmente es acusado de herejía y excomulgado. Pedro Abelardo es inhumanamente castigado por su pecado carnal con Heloísa, a instancias de san Bernardo de Claraval. El místico judío converso Juan Hispano, en su sufismo dice que Dios no es razón, sino éxtasis. Como el de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

Guillermo de Ockham diplomatiza que no se puede dar pruebas de la existencia de Dios, que por lo tanto queda relegado a la fe. A principios del siglo XVI el polaco Copérnico, hijo de arzobispo y clérigo él, contradice el antiguo geocentrismo de Ptolomeo con su acertado heliocentrismo, porque la Naturaleza es sustancia cósmica latente. Johannes Kepler ratifica sus teorías.

Giordano Bruno, de la orden de Predicadores, profesor en las más prestigiosas universidades europeas, deja los hábitos y finalmente es quemado en Roma en 1600. Tomás Campanella, también de la orden de Predicadores, basado en la República de Platón trata de implantar la organización comunista en la sociedad. Sufre prisión por hereje, muchos años en las cárceles del Vaticano y de la Inquisición.

Francis Bacon es perseguido por heterodoxo y ateo en la revuelta Inglaterra del siglo XVII con la subida al poder del Estuardo Carlos I, que a su vez va a ser decapitado años después. Había dicho que Dios no es objeto del saber filosófico, y que la teología es irracional. Decir que Dios es sustancia incorpórea es igual a decir que no hay Dios. La sustancia es necesariamente corpórea. Inteligibilidad de Dios, hipóstasis y transustanciación son palabras absurdas. No significan nada.

Isaac Newton, al observar la caída de una manzana del árbol, establece la ley de la gravitación universal, ya conocida por los griegos. Es Kant quien nos dice que la historia de la filosofía es la historia de la autorreflexión de la razón pura. Pero también el conocimiento de lo absoluto, y a eso no creo que llegue nadie, añade Hegel.

Si nos metemos en todas las controversias teológico-filosóficas, llegamos a negar la existencia de Dios. Lo que alcanzamos no es conocimiento de Dios sino una representación mental de él. Dios no tiene nada que ver con las religiones, las religiones tienen que ver con las Iglesias, resume Fichte.

Si fuese verdad que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza ¡qué vulnerable es Dios! Pero es precisamente el hombre el que en su pequeñez ha creado a un tan insignificante y finito Dios.

FILOSOFÍA DE LA FILOSOFÍA

III- EMANCIPACIÓN FILOSÓFICA

Como Philip, el estudiante de La servidumbre humana, de Somerset Maugham, mi fe experimentó una metamorfosis progresiva durante mi adolescencia. Fueron mis primeros poemas los que me hicieron apercibirme de mi panteísmo, que además de pagano es considerado una forma de ateismo. Con lo que desemboqué en el Gran Todo chino y esquimal, más coherente que el que todas las cosas hubiesen estado hechas por un Uno universal, máxime si ese uno estaba representado por un anciano extendiendo sus manos sobre las nubes diciendo hágase esto o aquello un día de la semana de la Creación.

Los griegos ya conocían la composición atómica de la materia. Desde entonces los atomistas han sido considerados racionalistas y ateos. Tras la Teogonía primigenia de Hesíodo sigue el racionalismo materialista socrático. Leucipo expone la teoría atómica del hombre y el vacío. Demócrito teoriza el á-tomo o indivisible. Hermosa palabra griega, cuyas múltiples divisiones estaban aun por descubrir. Las moléculas son partículas sólidas y los átomos subpartículas últimas o centros de fuerza creativa. Los orientales denominan alma a la esencia de todas las cosas, karma al principio cósmico activo, y para los egipcios Ra es lo eterno.

Dado que el átomo es espíritu, materia física del cerebro, objeto físico reducido a moléculas, Pitágoras presupone la reencarnación, y es exiliado de Atenas por ateo. Hubo un tiempo en que creí en la reencarnación. “Y volveré a ser ya flor ya espina, por sabe Dios qué otras praderas”. Creencia que se me ha ido diluyendo conforme me acerco al final. Para llegar a nuestra verdad de hoy, versátil e incompleta, hemos bandeado muchas controversias filosóficas teológicas religiosas políticas y científicas sobre si el ser eterno e inmutable existe. Los primeros padres de la Iglesia que exponían ideas disidentes, fueron condenados por Roma y Constantinopla. Desde el concilio de Nicea en el siglo IV hasta el de Trento en el siglo XVI con Carlos V, éstos trataban de dirimir diatribas entre razón y fe.

Como un bombardeo atómico o una invasión de protones por electrones, las sectas condenadas por heréticas proliferaban: arrianismo nestorianismo priscilianismo pelagianismo. Ninguna teoría es más verdad que su contraria, ilumina el escéptico Pirrón. Y todas han resultado ineficaces para salvar al hombre, a pesar de buenas intenciones, consiguiendo a veces cierta superación y retrocediendo muchas otras, estancadas en el pasado.

Incluso después de la gran apertura renacentista se continúa discutiendo sobre la Trinidad, las naturalezas, humana y divina de Cristo, o las dos: monismo y monofisismo. De lo que se deriva transustanciación resurrección ascensión asunción, y más recientemente la concepción inmaculada de María. Teólogos y filósofos acuñan versiones contradictorias, oscuras y tan heréticas que todos ellos hubiesen sido condenados a la hoguera, como los homosexuales.

Juliano el Apóstata había fallado en la restauración del helenismo verso al cristianismo. Cerca de dos siglos después el emperador Justiniano hace cerrar la escuela de Atenas. Hipatia había muerto a manos de cristianos en su intento de contemporizar helenismo y cristianismo. Alejandro Amenábar ha llevado al cine esta época, en una de las mejores películas del cine español.

La eterna dicotomía: Oriente Occidente, cristianismo contra helenismo, cristianos contra musulmanes desde las Cruzadas, capitalismo contra comunismo en nuestros días.

miércoles, 16 de junio de 2010

FILOSOFÍA DE LA FILOSOFÍA

II – EN LA CAPILLA SIXTINA

Residiendo en Turín, ya adulta, visité Roma y el Vaticano. La Piedad es para mí lo más entrañable en la estatuaria religiosa. Cautivó mi atención La Creación de Adán, de Miguel Ángel. Aquel viejo de barbas blancas, muy parecido a Zeus, medio cubierto por una leve túnica transparente, flotando en el aire, acompañado de regordetes querubines, con su significativo índice extendido dando vida a un lánguido, musculoso y sexy Adán completamente desnudo, pintura expresamente creada para indoctrinar, produjo en mí una fuerte contra- reacción.

El abigarrado Juicio Final me incitó a convenir con Holbach, que es sólo la ignorancia y el miedo lo que induce al hombre a creer en los dioses, que ya había sido expresado por Epicuro. Y con Pierre Boyle en que un Estado ateo no solamente es posible sino deseable. Educado por jesuitas, Descartes es prohibido en Francia y en Italia por su teoría de la transustanciación, contra la que se habían pronunciado durante siglos muchos otros antes que él. Blas Pascal, teólogo y creador de una máquina de contar, odiaba a los que no creían en la Eucaristía. Incluso tras la Ilustración, cuando ya no eran quemados en la hoguera, las sociedades cristianas admitían oscuras, extrañas e inverosímiles teorías sobre el tema, que el vulgo calificó de comulgar con piedras de molino.

En la misma línea del Oráculo de Delfos, conócete a ti mismo, san Agustín admite, Si me equivoco, existo. Descartes positiviza: Pienso, luego soy, y Nietzsche nos impele a Sé quien eres, ya expresado por Píndaro. En las lecturas expurgadas del internado de monjas, Juliano el Apóstata, que intentó restaurar la cultura helénica contra el cristianismo imperial de su tío Constantino el Grande, es anatematizado. También Voltaire por librepensador, lo que yo creía una virtud positiva en un filósofo, que precedido por Goethe iba a ser otro de mis escritores preferidos.

Hay filósofos que piensan que, exceptuando deficiencias, el uso de razón se da en los años infantiles, cuando empieza el proceso mental consciente de la memoria y el sentimiento. Pero otros creen que es un atributo congénito, como el médico de Cuerpos y almas, Maxence van der Meersch. La ciencia ha concretado mucho más sobre esto hasta nuestros días.

Ciencias, artes y conocimientos humanos son un Laberinto de Creta en cuyo ámbito entran los iluminados guiados por el hilo de oro de Ariadna sostenido de mano en mano desde el primer homínido hasta los grandes sabios de nuestros tiempos. En una endogamia humano-divina los griegos divinizaron a sus héroes y humanizaron a sus dioses, a quienes dieron moradas en el Olimpo y en el firmamento. Pitágoras vislumbra la abstracción cuerpo-alma, o espíritu y materia, ratificada entre otros muchos por Platón y Aristóteles. Zaratustra infiere que el alma muere después del cuerpo. Karl Vogt, zoólogo del siglo XIX afirma que el cerebro segrega pensamientos, como el hígado segrega bilis. El escritor moderno italiano Pitigrilli aserta que el alma es una secreción de glándulas.

Con Sócrates la Teogonía pasa a ser sólo literatura. Platón, siguiendo a Pitágoras nos descubre al Dios Luz Eterna. El oficio católico de difuntos reza: Et lux perpetua luceat eis, que la luz eterna os ilumine. El mayor error teológico-filosófico del hombre es haber antropomorfizado a Dios. Dios es el que es, según el disidente egipcio Moisés. Los judíos siguen esperando a su Mesías, más libertador que deidad. Los cristianos ya tienen su Mesías Dios. Como conceptos filosóficos menos conocidos en Occidente, están el Tao chino y el budismo hindú, de alto ascetismo moral. Consoladoramente Plotino aglutina que el Uno es Luz Belleza Bondad Verdad. Juan de Patmos, que Dios es amor.

En su raciocinio Cicerón se pronuncia contra las ideas bárbaras e ilógicas del cristianismo. En la Edad Media, el franciscano de Oxford Guillermo de Ockham, diplomatiza que si Dios existiera no sabríamos hablar de él. En horas de dolor yo definí a Dios como un monstruo ciego e insensible. Proudhon, el racionalista francés, y otros antes que él, dice que Dios no es más que un producto de la mente humana, causa de todas nuestras miserias, a quien cuanto más tratamos de definir, más nos elude. Y Freud remacha que la religión es responsable del empobrecimiento de la inteligencia.

sábado, 12 de junio de 2010

FILOSOFÍA DE LA FILOSOFÍA

I – RACIONALISMO GENÉTICO

Haber nacido con la noción de que antes de mí nada había sido y que después de mí nada será, es una abstracción aniquiladora pero también un nihilismo liberador. Lo que tanto racionalistas como sofistas harían coincidir con la verdad. Y a lo que puedo atenerme es a mi yo finito, a los limitados confines de mi mente despertando de continuo a la vida cognoscitiva, despercudiendo la engañosa contaminación ambiental, sin circunscribirme a ningún credo filosófico. Existen ya demasiados, casi tantos como huellas dactilares, debidos a la especulación empírica del hombre siempre buscando la elusiva verdad absoluta. Todos verdad y todos sofismas.
Decía Nietzsche: “No tengo ninguna ambición literaria. Yo no necesito adaptarme a ningún patrón dominante, ya que no aspiro a puestos brillantes y famosos. Pero sí quiero hablar con toda franqueza.”
Antoine Arnauld en el siglo XVII declara que la mente empieza a pensar en el mismo momento en que es infundida en el cuerpo de un ser que al mismo tiempo es consciente de su propio pensar, aunque la forma específica de su pensamiento no perviva en su memoria.
En mis estudios primarios aprendí que la filosofía es el porqué de todas las cosas. Definición tan intangible e inabarcable como el vocablo Dios. Con el tiempo me acuñé que filosofía es el concepto de todas las cosas a través de la experiencia individual. Mejor expresado por Leibniz simplificando que la filosofía es puro deseo de saber.
Mis sueños infantiles me despertaron al uso de la razón: Una puerta que con mi inhábil impulso iba abriéndose, abriéndose, me permitía adentrarme en un patio oscuro, donde había muchos objetos que no sabía denominar. Como la propia vida, comparé. Era mi primer pensamiento consciente. Del mismo tiempo: Por una escalera portable, muy alta, colocada en el centro de la calle, cuyos últimos peldaños se perdían entre las nubes, con denodado esfuerzo por mantener la estabilidad, subía yo sin nunca llegar al final. Ya no quedaban más peldaños visibles. Estiré mi brazo para atrapar un puñado de azul. Mi mano estaba vacía. Desperté. Años después creí encontrar similitud entre mi sueño y la Escala de Jacob.
En el colegio local de monjas aprendía a contar en un ábaco con bolitas de diferentes colores que representaban unidad decenas y centenas. Y la Historia Sagrada en un libraco de preciosas ilustraciones en hojas apaisadas, colocado en un atril. Me preparaba para la primera comunión. Aquellos no eran más que cuentos para niños, que ni ellos creían ni tampoco las monjas. No todos nacemos con la idea innata de Dios.
Descubrir la mentira y el robo, que yo no había presentido, fue un mazazo moral. En casa de una de mis amiguitas encontré juguetes que me habían pertenecido. Enrojecí, como si la ladrona hubiese sido yo. Aficionada por entonces a los vendajes, que me ponía en un pie, al dolerme de verdad pensé que Dios había castigado mi fingimiento. Un cierto sentido moral sí era innato en mí.
En el internado de Sevilla empecé a contagiarme de religiosidad, contra la que yo trataba de prevenirme. Me asaltaron las preguntas más básicas que todos nos hemos planteado alguna vez. Dios era omnipotente, pero no podría anular un hecho que ya había tenido lugar. Jesucristo, Dios omnisciente, tendría que haber informado de la existencia de otro continente. Mi compañera de curso, de diez años, igual que yo, me contestó como un Pascal en ciernes, que sí lo sabía, pero no lo podía decir. Que la gente rezase para conseguir una curación, me sugería preguntar por qué Dios había permitido antes esa enfermedad. ¿Es que a Dios le gustaba farolear de poder? No creía en los milagros, pero alguna vez imploré alguno, y se me concedió. Lo que yo achacaba a mi propio poder mental.
Papá no era creyente. Lo deducía porque no iba a misa los domingos, y por el sigilo que me imponía sobre los libros que guardaba en una hornacina excavada en la pared detrás del ropero. Él me daba los que yo podía leer. Había uno con una especie de chivo en la portada, erecto, con un tridente en la mano, cuernos, rabo y pezuñas. Yo lo creía el demonio y me daba miedo. La única vez que papá había ido a misa fue por acompañarme a la del gallo, la navidad antes de morir. No ir a misa los domingos era un pecado mortal. Por lo tanto, mientras yo flotaba en mi misticismo colegial, él estaba achicharrándose en el infierno. Y así sería por toda la eternidad. Tal pensamiento me atormentaba de una manera indecible, sintiendo achicharrarme yo también. Si el infierno existía debía estar localizado en las entrañas ígneas de las estrellas. Mi concepto de padre era el mismo que la gente tiene de Dios. Ese dolor inhumano me llevó al convencimiento de que el infierno no existía. Era el segundo dogma de fe que rechazaba. A pesar de Dante, recientemente el Papa ha declarado la no-existencia del antro infernal.