sábado, 26 de diciembre de 2009

EL ATRIBUTO HUMANO MÁS CERCANO A LA DIVINIDAD

COINCIDENCIAS CRONOLÓGICAS POR FECHA DE NACIMIENTO

Siglo XVI

A.Cabezón 1510-1566 1525-1594 Palestrina
T.Victoria 1549-1611 1567-1643 Monteverdi

Siglo XVII

J.B.Lully 1632-1687 1653-1713 A.Corelli
Telemann 1681-1767 1660-1725 A.Scarlatti
J.S.Bach 1685-1750 1685-1741 A.Vivaldi
JF.Hendel 1685-1759 1685-1757 D.Scarlatti

Siglo XVIII

GPE Bach 1714-1788 1710-1736 Pergolesi
J.Haydn 1732-1809 1743-1805 Boccherini
A.Mozart 1756-1791 1750-1825 A.Salieri
Beethoven 1770-1827 1770-1842 Cherubini
Schubert 1797-1828 1792-1868 J.Rossini

Siglo XIX

H.Berlioz 1803-1869 1804-1857 M.Glimka
Mendelssohn 1809-1847 1810-1849 F.Chopin
Schumann 1810-1856 1811-1886 F.Liszt
R.Wagner 1813-1883 1813-1901 G.Verdi
Bruckner 1824-1896 1824-1883 B.Smétana
J.Brahms 1833-1897 1833-1887 A.Borodin
St.-Saenz 1835-1921 1839-1881 Mussorgski
G.Bizet 1838-1875 1840-1893 Chaikovski
Massenet 1842-1912 1843-1907 E.Grieg
I.Albéniz 1860-1909 1844-1908 R.Korsakov
G.Mahler 1860-1911 1862-1918 C.Debussy
R.Strauss 1864-1949 1865-1957 Sibelius
Schonberg 1874-1951 1873-1943 Rachmaninov
M.Ravel 1875-1937 1876-1946 M.Falla
B.Bartok 1881-1945 1882-1971 Stravinski
A.Dvorak 1891-1904 1891-1943 Prokofiev
Sorozabal 1897-1998 1898-1937 G.Gershwin

Siglo XX

A.Copland 1900-1992 1903-1978 Katchaturiam
B.Britten 1913-1976 1906-1975 Shostakovich
L.Bernstein 1918-1990 1921-1992 A.Piazzola

Se ha respetado la ortografía original de los nombres en el texto.
Se ha modernizado en la relación cronológica según la pronunciación en español.
© Copyright María del Águila Boge Pineda 2009

sábado, 19 de diciembre de 2009

EL ATRIBUTO HUMANO MÁS CERCANO A LA DIVINIDAD

RUIDO Y SILENCIO

Cuán gritan esos malditos, denunciaba don Juan Tenorio en una taberna de Sevilla. Estadísticamente conocemos hoy que España es el país más ruidoso del mundo. Tuve que dejar de volar en Iberia por el insoportable guirigay, que no existe en otras líneas. Con residencia en España, tanto Mario Vargas Llosas como el ya desaparecido Guillermo Cabrera Infantes, vivían en Londres para poder escribir. Yo me contento con poder escuchar a Mahler y a Rachmaninov observando una puesta de sol tras los cristales. Beau soir de Debussy.Por ser la mejor estudiante, las monjas me premiaron con unos cursos de solfeo y piano con el método de Hilarión Eslava. En realidad para formar parte del elenco que algún día podía llegar a ser monja y rellenar los puestos vacantes de pianista en las Casas de la Comunidad. Tres años después renuncié a mi privilegio porque sospechaba que nunca llegaría a ser una virtuosa, consciente de que mi status social no me lo permitiría. Hasta el genial Schubert tuvo sus dificultades.Y sobre todo, renuncié porque desaparecida la melodía, la técnica de negras blancas corcheas y semicorcheas me estaba privando del mayor placer que conocía. Mis miras eran haber compuesto alguna cancioncilla para interpretarla al melodio, que me parecía más sencillo y disimulador de imperfecciones. Pero no tuve tiempo. Había llegado hasta la escala en si bemol mayor, que me resultó muy difícil. Un año después de no haber puesto mis manos en un piano, la reproduje ante el asombro de mi profesora. Al intentarlo sólo días más tarde, lo había olvidado todo. Nunca he conseguido la transición entre música clásica y electrónica, como el jazz, a pesar de que lo intenté en los Estados Unidos. Quizás porque siempre he sido propensa a la jaqueca. De esa transición nos hablan Hermann Hesse, y Giovanni Papini, que conceptúa el silencio superior a la música. Debo mucho de mi educación musical autodidacta laica y profana, al enriquecimiento cultural que con la democracia ha experimentado España en mi ausencia. A Radio Clásica, estrenada poco antes de salir yo, a sus estupendos musicólogos que tan atractivamente nos dan a conocer la música de todos los tiempos y lugares. Tanto la copta de raíz cristiana como las animistas africanas, budistas mongólicas y tibetanas, o de las islas Rapa Nui. Incluso al didáctico Conciertazo infantil.Espero que en el cielo que nos representan las catedrales cristianas, haya separación departamental para todos los gustos: música de ruidos ambientales, como el despegue de aviones, traqueteos de tren, máquinas fabriles, y sirenas de ambulancia y policía. He escuchado grabaciones musicales del agua, que más parecían borbotar de aguas fecales, lo que parece jaurías de ratas chillando, y pianos apaleados con furiosos acordes, propios para películas de terror.Porque no podía hacer otra cosa, sólo he conseguido saciarme de música durante mi proceso de quimio, que la usaba como terapia. Tal vez el único remedio para la escandalosa y vociferante humanidad sea la terapia musical. Dejarnos arrebatar en su carro de fuego hacia las regiones etéreas, a la música de las esferas, flotando en el piélago insondable del vacío que nos conduzca plácidamente a la nada original.

"La Música es el único medio de expresar el significado profundo de la existencia." Arthur Schopenhauer

sábado, 12 de diciembre de 2009

EL ATRIBUTO HUMANO MÁS CERCANO A LA DIVINIDAD

SIGLOS XIX Y XX

Estos dos siglos vienen a enriquecernos con una música impresionista y descriptiva, emancipada sin embargo del acervo común histórico. Vamos dejando atrás en el tiempo la época del gran poeta alemán Friedrich Schiller de la Oda a la alegría, y a su contemporáneo Goethe de los temas más musicalizados, Fausto y Mefistófeles.Héctor Berlioz inaugura el siglo XIX con su novedosa Sinfonía fantástica. Muy acertadamente coincide en las tres grandes B musicales: Bach Beethoven y él mismo. El exitoso judío-cristiano Félix Mendelssohn sigue deleitando con su marcha nupcial del Sueño de una noche de verano a todas las parejas casaderas del mundo. Los más hieráticos eligen la de Tanhäuser y Lohengrin de Wagner.El polaco Frédéric Chopin, ya tuberculoso escribe sus dulces tristezas en el monasterio de Valdemosa en Mallorca, al sufrir el abandono de George Sand por sus amores con la hija de ella. El profundo Robert Schumann, casado con la pianista Clara Wieck, enloquece por los amores de ella con su joven protegido Johannes Brahms, veintitrés años más joven que él.Franz Liszt, clásico romántico impresionista futurista y místico, francmasón y mecenas de muchos compositores de su tiempo, toma el hábito franciscano y nos lega una música de alto contenido místico y espiritual. Su yerno, Richard Wagner, dos años más joven que él, se casa con su hija Cósima Liszt, veinticuatro años más joven que Wagner, ya separada de Hans von Bülow, al que había abandonado por él.En los conciertos dominicales del Lope de Vega había descubierto yo una música nueva para mí: El buque fantasma. Una amiga mía, judía casada con un noruego luterano, en su mansión en las colinas de Hollywood tenía siempre un hilo musical con música wagneriana. A pesar del supuesto antisemitismo del compositor, como el judío Gustav Mahler, también ella adoraba a Wagner.Música interiorizada, Claude Debussy con El mar y su Preludio a la siesta de un fauno, nos evoca a Marc Chagall, como El Carnaval de los animales de Camille Saint-Säenz. El pájaro de fuego de Stravinski a Kandinski, su compatriota.Al despojarme del manto de la música religiosa del internado, salí muy novelera, sobre todo en arquitectura y música. Me deslumbró la Consagración de la Primavera, que con el tiempo me ha ido resultando, como a los que la escucharon por primera vez en su estreno en París, demasiado alborotada y ruidosa. Igual fascinación sentí por Béla Bártók, tan singular, nacido sólo un año antes que Stravinski, cuyo concierto para orquesta 116 me parece una continuación más equilibrada de la Consagración . Precedido por el todavía imperial Gustav Mahler, su amigo, el judío austriaco Arnold Schönberg se ve obligado a emigrar finalmente a los Estados Unidos, debido a la persecución nazi. Influido por lo que se llama "estática francesa", tan evidente también en todas las demás artes, compone La noche transfigurada, de una interiorización y ascetismo que transciende en mucho a la banalidad de su tema literario.Yo encuentro un hilo conductor, una afinidad en la cadena genética musical, en el ascetismo e interiorización personal, que va desde Telemann a Bruckner, a quien Liszt llamaba "el juglar de Dios", y en sus discípulos Gustav Mahler y Schönberg. Maurice Ravel es el Asimov de la música por su matematicidad. Escuché su Bolero orquestal en el Hollywood Bowl, y coreografiado por una compañía española en un teatro de Santa Mónica. Era como una representación de gymnopedia espartana.Partiendo del Cármina Burana medieval, singular música profana coral de su tiempo, emulan en espiritualidad religiosa el Requiem de Benjamín Britten, el Canto a la Tierra de Pablo Neruda, con música de Mikis Theodorakis, y La Misión, de Ennio Morricone. El cine ha sido el medio didáctico de grandes hitos de la música.En el Hollywood Bowl pude asistir a conciertos multitudinarios de música universal. Allí escuché a Isaac Stern, y a Isaac Perlman sentado en su silla de ruedas tocando su Stradivarius heredado de Yehudi Menuhin. En presentaciones de la Casa de España, conocí personalmente a Andrés Segovia y al argentino Atahualpa Yupanqui, que hacía sonar como nadie la madera de su guitarra. Ambos muy humildes.Como editorialista de nuestra revista América Hispana, de corta duración, en su restaurante de Avenida La Brea, poco más abajo de casa, entrevisté al violinista prodigio a los cinco años en Cuba, Xavier Cugat. También sala de exposición de sus caricaturas de personajes célebres, como Moshe Dayan, y su esposa Charo. Me comentó las grandes películas en las que había participado musicalmente. Era un aristócrata del gran mundo.En su residencia de Beberly Hills entrevisté a José Iturbi, muy humilde también. Era muy mayor, pero no lo parecía. Murió poco después. El maestro Manuel García Matos se acaba de marchar de Los Ángeles cuando yo llegué. Lo conocí personalmente en Alcalá de Guadaíra, que lo había adoptado, en 1986 que yo había sido nominada alcalareña del año.De todos los homenajes que he recibido, los más inmerecidos han sido los musicales. En Buenos Aires, por mi inesperada presencia, la Sociedad de Autores Argentinos cambió el programa a canciones españolas. La magnífica e hierática soprano inició con Clavelitos. En Mar del Plata la coral del Instituto de Cultura Gallega que había acogido mi primer recital poético en sur América, presentó las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio. En Uruguay la Coral Guarda e Passa me dedicó un concierto de canciones y villancicos en español e italiano, que filmado por la televisión presentaron como programa especial el día de Navidad, cuando yo ya me había marchado.En un congreso en Los Ángeles, en el que compartí la gala con el poeta nicaragüense Antonio Cuadra, un arpista mexicano nos acompañó en la presentación de mi poema escenificado dedicado a Hernán Cortés, "que digan que estoy dormido y que me lleven a ti", de Aceves Mejías, refiriéndome al traslado del cuerpo del Conquistador a México desde Castilleja de la Cuesta en Sevilla, donde murió.Solía asistir a conciertos de espirituales en templos de Los Ángeles y alrededores, que, aparte de ciertas estridencias e histerismos, me daban una sensación de plenitud coral. Siempre quise desplazarme a Salt Lake City, vaticano de los mormones, por sus célebres coros de origen anglicano. Lo intenté en el templo de Westwood, y por no ser yo mormona no me dejaron entrar. Pero sí me dieron un tour por las vastísimas instalaciones. También quise asistir a la misa de Resurrección de madrugada en el Hollywood Bowl. Nunca conseguí que me acompañasen los amigos a quienes se lo pedí.Entre los grandes músicos europeos emigrados a Estados Unidos por la persecución nazi, y otros, como Béla Bártok, por su panamericanismo alcanzan repercusión internacional el bachiano brasileño Héctor Villalobos, el sublimizador del tango argentino, Astor Piazzola, y el estadounidense Aarón Copland, junto al enternecedor afro americano George Gershwin.

sábado, 5 de diciembre de 2009

EL ATRIBUTO HUMANO MÁS CERCANO A LA DIVINIDAD

NACIONAL MUSICALISMO

Férénc Liszt compone las rapsodias del folclore húngaro, étnico y zíngaro, al que contribuye su amigo de Hamburgo Johannes Brahms, y va a continuar años después Béla Bártók. La ópera magiar por excelencia, Hary János, recitativo de Zoltán Kódaly, delata el desenlace de la decadencia del Imperio austro-húngaro. Hubo un tiempo en que Hungría exigía la traducción de todas las óperas a su aislada lengua. También lo haría Praga, tan defensora de su propio idioma.

Richard Wagner musicaliza los mitos artúricos y la saga celta-germánica, que a pesar de largos recitados, como en El holandés errante y Los Maestros cantores, siempre alcanzan el clímax lírico. Su continuador, Richard Strauss, apellido coincidente con los austriacos de los valses imperiales. Con él termina la ópera o drama musical y sube el telón la opereta de la belle époque.

Creo que fue en Francia donde asistimos al estreno de la opereta de Franz Léhar La viuda alegre, estrenada con un gran éxito en Viena a principios del siglo XX. Aparte del mismo vals y un solo de la soprano, decorados vestimentas y tema me parecieron de lo más decadente. No hice ningún comentario por no herir los sentimientos patrios de mi marido.

La música imperialista rusa, iniciada por Mijail Glimka con su ópera La vida por el Zar, como su literatura, siempre lleva consigo un acentuado nacionalismo. En las estepas de Asia Central y El Principe Igor, de Alexander Borodin, Boris Godunov, de Mussorgski. Y muchas más.

Peter Chaikovski es rechazado por el director de la Academia de Moscú, que califica su primera sinfonía de "charanga de cocina." Estuve en la Apertura solemne 1812 en el Hollywood Bowl de Los Ángeles. Incluidos fuegos artificiales proclamando la victoria final, y auténticos disparos de cañones pertrechados en los alrededores. Últimos vestigios del romanticismo ruso, sus ballets de lago de los cisnes, de plumas tules y falditas tutus, son sustituidos por bailarines en uniforme militar portando fusiles y banderolas rojas con la hoz y el martillo de la nueva ideología. El exquisito compositor no mereció el inicuo final que tuvo.

El casi actual Aram Katchaturian recoge el folclore armenio. El Moldava, de Smétana, nos evoca el explayado río bajo el puente Carlo de Praga. Antón Dvórâk apenas disimula su nacionalismo eslavo en la Sinfonía del Nuevo Mundo. Edward Grieg nos acerca el misterioso folclore escandinavo de Noruega, Jan Sibelius las límpidas cumbres de su Finlandia natal. Chopin compone polonesas y mazurcas con nostalgias patrias.

La España que finalmente acaba de perder el resto de su imperio colonial, es muy especialmente obsequiada por compositores de otras nacionalidades. Gioacchino Rossini casado con española se singulariza con su exultante Barbero de Sevilla, estrenada en Roma en 1816. En 1791 ya había sido estrenada en Viena Las bodas de Fígaro, ambas basadas en obra de Beaumarchais. Rimski-Korsacov, viajero del mundo con la Armada del Zar, nos dedica su bien asimilado Capricho español. Don Quixote, de Richard Strauss. La relación es demasiado prolija, y seguramente existe ya.

Francia, mientras tenía a Eugenia de Montijo como emperatriz, nos privilegia con viajeros románticos. Iberia, de Claude Debussy, y la más popular de las óperas, Carmen, de Próspero Merimée y música de George Bizet, la Rapsodia española y el Bolero, de Ravel.

Isaac Albéniz con su suite Iberia, Enrique Granados con su suite Goyescas, Sarasate con su violín, enardecidas jotas y zapateados que inspirarían al mismo Glimka. Manuel de Falla con El sombrero de tres picos y su grandiosa Atlántida, el entrañable maestro Joaquín Rodrigo, ciego también, con su universal Aranjuez, han llevado la música española al alcance mundial.

En el Generalife, bajo la luna llena, asistí a un concierto de música española que abrió con Noche en los jardines de España, de Manuel de Falla. En esos jardines de la Alhambra, en un agujero en la tierra descubrí un surtidor que hacía brotar gruesas gotas diamantinas, que al rebotar producían una sinfonía. Cuando volví muchos años después no lo pude encontrar. Creo que aquel agujero con música era artificial.

Viviendo en Turín, tan cerca de Milán, las noches de estreno en La Scala me atormentaba un gran desasosiego por no poder asistir. Menos mal que no me afectaban hasta tal punto los estrenos de La Fenice de Venecia o del Liceo de Barcelona, por su lejanía. Lo mismo me había ocurrido en los estrenos de ópera del Lope de Vega de Sevilla, a los que seguía un baile de gala. No tan extremadamente elitista como La Scala, pero también imposibles para mí, sola y de noche. Sí pude ver todas las zarzuelas por la tarde.

En mis vacaciones en Cádiz asistía a los festivales de verano. Los ballets más recordables Las sílfides de Chopin y El cisne negro de Chaikovski. Todas mis carencias quedaron suficientemente compensadas con la representación espectacular de Carmen en la misma plaza de toros de Sevilla, con calesas tiradas por caballos enjaezados, muchachas de mantilla y bandoleros con hachas encendidas, escaramuceando por los altos de la plaza escenificada como serranías. Era una compañía internacional. Victoria de los Ángeles tuvo que repetir su solo de Micaela más de una vez a petición del público.