sábado, 7 de febrero de 2009

EL LENGUAJE DE LA PIEDRA

SIMBIOSIS ISLÁMICO-CRISTIANA

En el siglo VII, Mahoma, inspirado en el Antiguo Testamento judío y el Nuevo cristiano, escribe un compendio selectivo de ambos, llamado Corán, con el que consigue unificar a las tribus del desierto de Arabia en torno a la Kaaba, meteorito caído del cielo durante el periodo de formación de la Tierra, que ya adoraban antes de que Abraham fuera impelido por su legítima esposa Sara a sacrificar al primogénito Ismael, hijo de su esclava Agar, en favor de su propio hijo Isaac, como creen ismaelitas y agarenos contra la versión judía sarracena.

Llamados musulmanes por el gran foco que para la nueva religión representa Mosul, dan una nueva datación a su Hégira islámica, como sus hermanos monoteístas judíos y cristianos, a los que no consideran tal por la controversia trinitaria, más hinduista que hebrea, ratificada desde los concilios de Nicea a Trento. Llegan hasta la India China y Mongolia, África y Europa meridional. Asimilan culturas, y son depositarios de la más cercana grecorromana cristiana bizantina del Medio Oriente.

Sobre el destruido Templo de Salomón, a su vez palacio de Herodes y Templo de Júpiter, erigen la cúpula dorada de la Roca, primer monumento islámico, aun incólume para nuestra estupefacción. Sobre un templo cristiano se levanta la mezquita mayor en Damasco y la de Ispahán en Irán. En sus construcciones emplean arquitectos y mosaístas cristianos bizantinos de Constantinopla, que utilizan decoración persa. El Egipto conquistado se llena de mezquitas que reproducen columnas y monolitos faraónicos, estilizados de ingrávida verticalidad, evocadores del lingam hindú o falo creador, minaretes desde donde se llama a la oración, hechura que muchos siglos después van a reproducir los misiles espaciales.

Oleadas de musulmanes procedentes de África atraviesan repetidas veces el estrecho de Gibraltar, cruzan Hispania y penetran en el reino Franco. El caudillo cristiano Carlomagno salva a Europa de los infieles. Derrotado en Roncesvalle, incluso su Marca Hispánica se islamiza. Con el cesaropapismo de sus descendientes francos y los Otones germanos, entroncados con los emperadores de Constantinopla, el estilo romano bizantino del Exarcado de Rávena va a ser difundido por los lombardos en toda Europa Central, consolidándose en el románico cluniacense, lleno de celo religioso y espiritualidad.

En pugna con el Islam, el estilo cluniacense siembra el norte de España de monasterios e iglesias románicas, del que el Camino de Santiago es la máxima expresión. Sahagún y Astorga, Poblet y Ripoll, Santo Domingo de la Calzada y Frómista. San Pedro de la Rua en Estella, está lleno de reconocibles signos de canteros, tanto europeos como orientales. O la insólita catedral de Zamora, de estilo bizantino.

En la arrasada Hispania, ya Al-Andalus, los Omeya levantan sus mezquitas sobre las que habían sido iglesias visigóticas, como la misma Mezquita de Córdoba. Para su defensa construyen fortalezas y alcazabas, castillos inexpugnables, nidos de águilas, creando la verdadera Castilla que pudo haberse llamado toda la península, incluida Portugal, imbuida en el mismo proceso. Conforme progresa la reconquista estos castillos van pasando a los templarios de las Órdenes Militares, partícipes en ella, y al restaurarlos los van dotando de la fisonomía cristiana del románico y el gótico, como en Ponferrada, el Burgo de Osma y en las poderosas murallas de Ávila.

Mucho se han hispanizado los árabes o arabizado los cristianos, cuando nos dejan la mezquita de Córdoba, Medina Azahara, la Alhanbra, la Aljafería y los castillos de la Calahorra. Los reyes cristianos repueblan sus territorios con visigodos hispano-romanos, cristianos mozárabes que habían convivido y trabajado con musulmanes en Toledo Córdoba Granada y Sevilla, de los que han aprendido técnicas y estilos que aplicaban en iglesias y catedrales de Aquitania y Provenza, Italia y Sicilia. Ahora, los musulmanes que vivían en territorios cristianos, muchos de ellos conversos, despliegan el estilo mudéjar, típicamente español, “tan mezclado como un niño mestizo”.