sábado, 19 de diciembre de 2009

EL ATRIBUTO HUMANO MÁS CERCANO A LA DIVINIDAD

RUIDO Y SILENCIO

Cuán gritan esos malditos, denunciaba don Juan Tenorio en una taberna de Sevilla. Estadísticamente conocemos hoy que España es el país más ruidoso del mundo. Tuve que dejar de volar en Iberia por el insoportable guirigay, que no existe en otras líneas. Con residencia en España, tanto Mario Vargas Llosas como el ya desaparecido Guillermo Cabrera Infantes, vivían en Londres para poder escribir. Yo me contento con poder escuchar a Mahler y a Rachmaninov observando una puesta de sol tras los cristales. Beau soir de Debussy.Por ser la mejor estudiante, las monjas me premiaron con unos cursos de solfeo y piano con el método de Hilarión Eslava. En realidad para formar parte del elenco que algún día podía llegar a ser monja y rellenar los puestos vacantes de pianista en las Casas de la Comunidad. Tres años después renuncié a mi privilegio porque sospechaba que nunca llegaría a ser una virtuosa, consciente de que mi status social no me lo permitiría. Hasta el genial Schubert tuvo sus dificultades.Y sobre todo, renuncié porque desaparecida la melodía, la técnica de negras blancas corcheas y semicorcheas me estaba privando del mayor placer que conocía. Mis miras eran haber compuesto alguna cancioncilla para interpretarla al melodio, que me parecía más sencillo y disimulador de imperfecciones. Pero no tuve tiempo. Había llegado hasta la escala en si bemol mayor, que me resultó muy difícil. Un año después de no haber puesto mis manos en un piano, la reproduje ante el asombro de mi profesora. Al intentarlo sólo días más tarde, lo había olvidado todo. Nunca he conseguido la transición entre música clásica y electrónica, como el jazz, a pesar de que lo intenté en los Estados Unidos. Quizás porque siempre he sido propensa a la jaqueca. De esa transición nos hablan Hermann Hesse, y Giovanni Papini, que conceptúa el silencio superior a la música. Debo mucho de mi educación musical autodidacta laica y profana, al enriquecimiento cultural que con la democracia ha experimentado España en mi ausencia. A Radio Clásica, estrenada poco antes de salir yo, a sus estupendos musicólogos que tan atractivamente nos dan a conocer la música de todos los tiempos y lugares. Tanto la copta de raíz cristiana como las animistas africanas, budistas mongólicas y tibetanas, o de las islas Rapa Nui. Incluso al didáctico Conciertazo infantil.Espero que en el cielo que nos representan las catedrales cristianas, haya separación departamental para todos los gustos: música de ruidos ambientales, como el despegue de aviones, traqueteos de tren, máquinas fabriles, y sirenas de ambulancia y policía. He escuchado grabaciones musicales del agua, que más parecían borbotar de aguas fecales, lo que parece jaurías de ratas chillando, y pianos apaleados con furiosos acordes, propios para películas de terror.Porque no podía hacer otra cosa, sólo he conseguido saciarme de música durante mi proceso de quimio, que la usaba como terapia. Tal vez el único remedio para la escandalosa y vociferante humanidad sea la terapia musical. Dejarnos arrebatar en su carro de fuego hacia las regiones etéreas, a la música de las esferas, flotando en el piélago insondable del vacío que nos conduzca plácidamente a la nada original.

"La Música es el único medio de expresar el significado profundo de la existencia." Arthur Schopenhauer