miércoles, 26 de noviembre de 2008

ENDOGAMIA REAL FEMENINA HISPANO-PORTUGUESA

Este seguimiento por línea dinástica femenina viene a paliar la misoginia de que adolece la historia.

LA PIEL DE TORO

Madre Gea configuró las fronteras naturales de esta península entre el erupto pirenaico y el estrecho de Gibraltar. Tras el eslabón perdido en la historia de la civilización desde el paleolítico hasta la aparición de las grandes culturas humanas, unos sabios griegos la percibieron como una piel de toro, testuz en el Pirineo, cola en el Peñón, finisterre del mundo hasta entonces conocido.

Iberia llamaron a esta unidad fisiográfica: los mismos sistemas montañosos la erizan, las mismas vías fluviales riegan su territorio. Desde Atapuerca hasta las Cuevas de Altamira, idénticas etnias la poblaron, los mismos héroes autóctonos la defendieron. Gerión y las Columnas de Hércules al sur, el reino de Argantonio. El oro y la plata de Tartessos atrajeron a industriosos fenicios, griegos pensadores y artistas, belicosos cartaginenses, imperialistas romanos y godos romanizados.

Leovigildo la organiza como Estados articulados. Recaredo, al abjurar del arrianismo contribuye a la universalización del cristianismo católico romano, que ya había disipado los ritos celtas del norte y los animistas del sur, con sus diosas de la Fertilidad, Damas de Baza y de Elche, y las Oferentes del Cerro de los Santos.

Todos estos advenedizos van tirando líneas divisorias en Celtiberia: Citerior y Ulterior, Tarraconense Cartaginense, Bética Lusitania Gaélica. Hispania, reino de Toledo. Los árabes traen la nueva y tercera rama de la religión adámica y aquí se asientan para permanecer durante ocho siglos.

Recluidos en las crestas de Cantabria los godos inician su reconquista: un arduo tejer y destejer en una resistente tela de Penélope. El diminuto reino de Oviedo se convierte en reino de León, que abarca también tierras de Galicia y del norte de Portugal. De la dinastía vasco-navarra nace Castilla, que junto con los reinos de Aragón y Levante avanzan al unísono hacia Al-Andalus meridional, ganando terreno a los invasores musulmanes, que en oleadas victoriosas incursionan en territorios cristianos, cuyas fronteras fluctúan hacia acá o hacia allá, mediante conquistas armadas entre sus propios reinos o matrimonios concertados. A veces ambas mitades peninsulares luchan entre sí, olvidando al enemigo común, incluso pactando con ellos.
Al final del primer milenio de nuestra era, Almanzor recorre triunfalmente la península. Llega a Compostela y se trae a Córdoba puertas y campanas del primer templo de la cristiandad occidental. Esto unifica a los reyes cristianos en un objetivo común. La reconquista es un hecho imparable ya.

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